Sofía Giunta
Voluntaria Italiana
Cooperativa de Comercio Justo
Udine
No hay palabras suficientes para expresar lo significativa que fue para mí la experiencia con el Centro Yanapanakusun. Me trasladé a Perú sin estar condicionada por ninguna expectativa en particular, sin saber cómo acabaría mi trayectoria como voluntaria. Y, sin embargo, incluso ahora, cuando recuerdo los días que pasé entre las paredes de YANA, las experiencias que compartí y los muchos aspectos de la cultura peruana que pude profundizar, me invaden poderosas emociones.
El mes que pasé en Cusco, conociendo la realidad de la Casa CAITH, y profundizando en el proyecto «Basura Cero», me transportó a un país que hoy puedo llamar mi hogar. Un lugar donde las diferencias de idioma, de alimentación, de edad o de trayectoria vital no fueron relevantes. Un lugar donde todo podía aprenderse, compartirse, cobrar vida, sin ningún tipo de prejuicio.
Conocer a las chicas de CAITH, y a quienes cuidan de su proyecto cada día, tuvo un fuerte impacto en mi capacidad de observar y entender lo que sucede en Perú, no con la mirada de un turista, no con un enfoque quizás superficial, sino sumergiéndome en las dudas, dificultades y esperanzas de quienes ciertamente tuvieron un camino de vida diferente al mío. Es gracias a Sarita, Maricielo, Marina, Juanita y todos los demás, por ejemplo, que descubrí el quechua, que pude entender el sistema escolar peruano, que comprendí la dimensión de cambio que puede aportar una ONG como Yanapanakusun.
El contacto constante con el personal de YANA, las conversaciones en la mesa de la cocina y el compartir cada una de las comidas me hicieron ver todo el amor y la dedicación que se puede incorporar en un universo tan diverso. A pesar de no hablar el mismo idioma y de conocernos desde hacía tan poco tiempo, fue increíble y abrumador crear un vínculo especial con cada una de las personas que conocí, fue una relación natural. Por otra parte, poder transferir una parte de mis conocimientos como estudiante y trabajadora, y ponerlos al servicio de Yanapanakusun, me hizo reflexionar sobre lo mucho que podemos construir y aportar constantemente: a través de un contacto ocasional al otro lado del mundo, financiando las Casas de Cultura, continuando con la recaudación de fondos específicos y organizando más visitas de voluntarios internacionales. Aún queda mucho trabajo por hacer en todos los temas de los que se ocupa Yanapanakusun. Pero espero que este viaje inolvidable, y todas las emociones que acumulé durante mi visita, puedan seguir dándome el entusiasmo adecuado para lograr comunicar lo que es inmensamente necesario, incluso desde Italia.
Por: Sofia Giunta