Acompañamiento de procesos sociales
La trata y explotación laboral de adolescentes seguirá vigente mientras vivamos en una “economía moral” que racionaliza la explotación y justifica la ética de supervivencia. La trata es un delito cuyas víctimas son mayoritariamente mujeres, lo que responde al lugar que tiene el cuerpo de la mujer, entendiendo cuerpo no sólo en su función sexual, también en su función como mano de obra barata, como objeto utilitario. Esta posición dificulta que se reconozca la explotación laboral de niñas y adolescentes como trata de personas, por ello trabajamos con la comunidad en general para comprender qué actitudes legitiman la trata y la violencia contra mujeres y niñas en la comunidad y a partir de allí, iniciar el camino conjunto para su deconstrucción.
1. Protagonismo de las y los adolescentes. La teoría del cambio de Yanapanakusun se basa en la creencia de que disminuir la trata de personas, la explotación laboral y la violencia contra mujeres y niñas sólo será posible cuando sean las propias mujeres quienes pongan límites al abuso, maltrato y explotación. Para ello, promueve encuentros intergeneracionales y la recuperación de historias de vida sobre la primera experiencia laboral fuera de la comunidad, de esta manera busca fortalecer las capacidades de las adolescentes para identificar la violencia de género en su vida cotidiana. Al hablar con sus abuelas y madres sobre la explotación podrán reconocerlas como sobrevivientes y desde allí aportarán a reparar las heridas que quedaron silenciadas. Leer más.
2. Madres y padres de familia como agentes de cambio. Se requiere deconstruir los argumentos que naturalizan la trata de personas, por tanto, se promueve que madres y padres de familia sean agentes de cambio, reconozcan que existen otras vías de socialización y movilidad social y luchen contra prácticas nocivas y vigentes de trata de personas.
3. Incidencia política en la comunidad. El equipo de Yanapanakusun, dando seguimiento a las leyes vigentes, promueve la inclusión de las organizaciones sociales de base, las autoridades comunales y las organizaciones de mujeres en las instancias de protección de niñas, niños y adolescentes. De esta manera, la comunidad puede aportar con actividades preventivas acordes al contextos socio cultural de sus comunidades.